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Una vez leí una frase de Eduardo Galeano que decía:
Mucha gente pequeña,
en lugares pequeños,
haciendo cosas pequeñas,
puede cambiar el mundo.
En este último viaje que he realizado a Guinea Bissau (África) me he dado cuenta que allí, estas palabras cobran todavía más sentido.
Una vez más he viajado a las zonas rurales de ese país de la mano de la ONG Miradas al Mundo. Aldeas sin luz, ni agua canalizada (pozos potables o no) y muchísimo calor, pero con gente entrañable y capaces de resistir y sobrevivir a pesar de todo ello. Me resulta muy gratificante hacer parte de una asociación que decide trabajar, comer y compartir su tiempo entre fulas, mandjacos, fulupes, mandingas, balantas, etc., diferentes etnias que conforman este país y que, al mismo tiempo son un ejemplo de tolerancia para el mundo entero y enriquecen este país sobre todo culturalmente. También lo frenan en su desarrollo por la falta de entendimiento entre unos y otros, pues cada etnia tiene su propia lengua, nunca escrita y siempre aprendida por vía oral, y el portugués que es la lengua oficial o incluso el criolo, que unificarían al país, lingüísticamente hablando, la mayoría de la población no los conocen.
En este viaje, a los voluntarios nos ha tocado hacer de todo: además de trabajar en las áreas de educación, alimentación, pozos y mujeres, al venir una médico, también hemos tenido intensa actividad en sanidad y, capitaneados por la doctora española Verónica Calle, hemos recorrido muchas aldeas de este a oeste del país acercándoles el servicio sanitario, cosa que no suele ocurrirles nunca. Lo primero que necesitábamos solucionar era la logística: 1º – conseguir una consulta, o sea, lugar donde atender, es decir, encontrar una sala con alguna silla y alguna mesa que nos pudieran servir de camilla (en estas aldeas no hay hospitales ni centros de salud y ni siquiera luz); y 2º – conseguir traductores, ya que como he mencionado, existen muchísimas lenguas y era necesario encontrar a alguien que nos pudiera traducir de esas lenguas (sobre todo fulupe, fula y mandjaco – que son las más usadas en las aldeas visitadas-) al criolo, portugués o francés (español o inglés imposible) y nosotros ya, desde cualquiera de estos 3 idiomas, lo traducíamos al español.

Todos hemos echado el resto apoyando en todo lo necesario a la médico, lo mismo hacíamos de enfermeros que de traductores que de bedeles organizando las filas de los pacientes que de recaderos yendo a por agua a los pozos para poder lavar las heridas.
 
 
A Verónica le ha tocado atender todo tipo de casos: problemas respiratorios, cardiacos, sarna, problemas intestinales, renales, ginecológicos, vista, oídos, dientes, huesos, sida…,y hasta una mujer se acercó para pedirle que le quitara la cobra que le estaba recorriendo todo el cuerpo. Por supuesto que con un consultorio ambulante y sin ninguna infraestructura, la intervención médica es muy limitada pero, nuestra médico, como tantos otros que recorren el mundo con sus pequeñas acciones, logran sacarle a las personas esa mirada llena de esperanza que acompaña a una sonrisa, consiguiendo así, si no cambiar el mundo, sí sus vidas. Quien sabe Eduardo Galeano pensaba en las pequeñas acciones de las pequeñas ONGs cuando decidió plasmar esas palabras.
Me gustaría terminar esta crónica agradeciendo a María, Auxi, Zumeila, Madi, Cristina, Verónica y Ramón el haberme acompañado en esta experiencia extraordinaria que, aunque dura en muchas ocasiones, ha sido siempre enriquecedora y gratificante.
Muchas gracias!!

 
 
 
 
 
 
 
 
Sole

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