Llevo ya tres meses seguidos en Guinea, a veces siento que me flaquean las fuerzas y no sé si quiero mirar a mi alrededor.
Después de pasar las fiestas de Navidad con mis hijos y de recibir el cariño de las personas que forman el equipo de Miradas aquí en Guinea, nos fuimos a la zona de Bafata, a nuestro otro proyecto en Dembanje.
Dembanje es ese lugar, que si lo conoces jamás podrás abandonar. Aquel lugar donde las personas y los niños te roban el corazón, de tal manera que al partir tus ojos no dejan de derramar lágrimas.
Dembanje es duro, con dificultad de agua, de luz, falta de descanso, la mezquita que suena a las cinco y no puedes dormir… la comida algo difícil de conseguir, a pasta y arroz se limita nuestro menú. A todo esto añadimos el calor sofocante que hace que cada movimiento se haga complicado y que el gran barullo que vivimos todo el día se haga agotador. Esa es una cara de Dembanje, pero ¿y la otra cara de Dembanje? ¿Cuál es la cara que te hace llorar a tu partida y desear volver lo antes posible?
Dembanje es la cara de la humanidad, de ese calor y acogimiento que te dan los niños, que desde que ven aparecer el coche se acercan gritando tu nombre y corriendo para ser el primero en apretar tu mano. Esa aldea manjaco, ejemplo del trabajo y del esfuerzo y esas familias que ya son tu familia.
Te encuentras el lado duro de la realidad africana, un año complicado de cultivo, una enfermedad que se ha llevado todos los ahorros y a veces sin poder solucionarse, unos trabajos mal pagados, un gobierno que no funciona, un país carísimo para el nivel de ingreso, la pobreza tras la pobreza…
Y en esa circunstancia, te encuentras preguntándote si debes ayudar a cambiar esa realidad o girar la cara, y realmente os digo que viaje tras viaje no me veo con fuerzas de girar la cara a peticiones como:
-Por favor préstame 30 euros, mi mujer tuvo un aborto, todo se complicó y no tengo dinero para llevármela del hospital, me he gastado todo en medicamentos, en la campaña del anacardo devuelvo todo, eres mi única solución.
Y esa petición se repite en varias familias por un accidente de moto, un embarazo complicado, una enfermedad, cualquier infortunio rompe la previsión de unas economías tan débiles.
A la asociación de mujeres les prestamos 300 euros para comprar cacahuete, llevamos años haciéndolo y lo devuelven sin problema al igual que el resto de la gente.
En ese momento que abres tu mano con generosidad humana, unos ojos te miran y te emocionan, porque en ellos no entra más que un inmenso agradecimiento. Te sienten su madre, alguien importante de su familia, notas su gran cariño y sus abrazos y sus ojos te llenan de emoción por lo que ya jamás podrás dejarlos atrás.
Te subes al coche para partir y los niños se levantan muy temprano porque te quieren abrazar por última vez hasta el siguiente viaje. Los niños en Guinea no saben de abrazos ni de besos, pero nosotros hemos roto esa barrera y ahora los más sensibles como Tijane te abrazan, se acurruca en tu regazo y con el corazón roto se echa a llorar.
Hay momentos que se convierten en sensaciones y te los llevas siempre contigo. Ese momento ha sido el abrazo de Tijane lleno de tanta emoción, los ojos de Idrisa llenos de lágrimas cuando le di el dinero para llevar a su mujer al hospital.
Las personas y en especial los niños en Guinea necesitan ser abrazados, necesitan tanto amor…
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