La primera vez que te enfrentas en primera persona a la realidad del HAMBRE, tu vida cambia en ese momento.
Hace 12 años conocí a Miguel Indjai, tenía 7 años y estaba en los huesos, era un niño muy triste que nunca reía, lo que en África es difícil.
No sabía la razón por la que Miguel no reía. Un día que estábamos solos le ofrecí unas galletas y en ese momento se me encogió el corazón, no pude contener las lágrimas, Miguel devoró las galletas porque estaba muerto de hambre, de ahí el motivo de su tristeza.
La primera vez que vi feliz y reír a Miguel fué en una cena que preparabamos por la noche con los niños que estaban tomando medicación y de paso algunos niños desnutridos, como el caso de Miguel, que sabíamos que no comían apenas. Miguel ese día después de comer estaba feliz y no dejaba de reír, lo recuerdo como si fuera ayer.
Miguel y su hermano Jibril vivieron toda la vida con su abuela, su padre falleció y su madre vivía en la capital intentando poder ganar un poco de dinero para comer. Solo tienen dos tíos, uno es muy pobre y el otro ha fallecido. No tienen tierras para cultivar. Miradas al Mundo les ayudó hace 11 años a construir su casa que se estaba cayendo.
En mi último viaje un día Miguel se acercó a la aldea de Dembanje caminando y se me acercó, con la cabeza agachada y muy tímido y vergonzoso como ha sido siempre. Yo le salude y le dije que me alegraba mucho de verle, y le pregunté por los estudios. El me miró con sus ojos penetrantes y con unas lágrimas en los ojos, aquellas que nunca ves en personas tan acostumbradas a sufrir, y me dijo:
“María vengo a darte las gracias de todo corazón por lo que haces por mi familia, por ayudarnos, por ayudar a mi tío Cambota con la tienda y los sacos de arroz de los que comemos toda la familia… si no fuera por vuestra ayuda habríamos muerto de hambre” Yo me derrumbé en lágrimas dándole un abrazo.
Hoy me he encontrado esa foto de Miguel hace 12 años y he querido compartir estas palabras con vosotros y que nos paremos un segundo a pensar todo lo que le cambiamos la vida a alguien con tan solo un gesto, esto hace que todo el esfuerzo merezca mucho la pena.