Skip to main content
Hace once años que viajé por primera vez a Guinea y aunque cada experiencia es diferente, siempre se mueven muchas emociones. Pero he de reconocer, que este último me ha resultado especialmente duro.
Al llegar allí tuve de nuevo la agradable sensación de regresar a mi otro hogar. Volví a ver sus colores, a respirar el olor de la tierra, a escuchar el griterío de los niños y, por supuesto, a abrazar una vez más a las personas que quiero y que conocí hace ya mucho tiempo.
Aunque nos recibían con sonrisas y mil abrazos, esta vez… algo era diferente. Sus miradas dejaban ver algo más…
No tardé en sentir su tristeza y su sufrimiento porque estaban pasando HAMBRE.
A pesar de que yo también les quería sonreír, reconozco que por dentro me costaba aguantar las lágrimas.
La sequía se ha llevado por delante la cosecha anual con la que deberían sobrevivir hasta el próximo año. Hablo de personas que viven con muy poco, pero ese poco esta vez, se había convertido en NADA.
Vimos niños y mayores con desnutrición, supimos de niños que ya no están, escuchamos a viudas que no pueden pagar a quienes les han ayudado en los campos y que se han quedado sin cosecha, a madres sufriendo porque hacía días que no tenían nada para dar de comer a sus hijos…
Son personas que trabajan todos los días de sol a sol, para que finalmente la sequía… haya arrasado con todo.
No tardamos ni un instante en ponernos manos a la obra. Organizamos el trabajo, repartimos los primeros 1.500 Kg. de arroz y también semillas para que puedan plantar en esta época del año. Visitamos muchas aldeas, tuvimos reuniones, supervisamos los proyectos… Pero en cada paso que dábamos, seguíamos escuchando sus problemas. Los recogíamos con mucha preocupación y con el propósito de que entre todos pudiéramos encontrar las posibles soluciones.
Durante el tiempo que pasé allí, las horas parecían días y todo era tan intenso que apenas me daba tiempo a digerir lo vivido. Aunque los años viajando a África me han enseñado a “acoger” las contradicciones de nuestros mundos y a ubicarme de nuevo en mi vida, esta vez, me cuesta volver del todo. No puedo dejar de pensar en todas las personas que se han quedado allí y aunque es cierto que con nuestro trabajo estamos ayudando a muchísimas familias, nuestros recursos son los que son y aún quedan muchas cosas por hacer.
Todo el trabajo realizado durante estos años, es gracias al apoyo que recibimos de todos vosotros y me gustaría que el gran equipo de personas que formamos Miradas al Mundo, nos sintamos una parte importante de la magia de la solidaridad que está ayudando a cambiar la vida de muchas personas.

EL CAMINO SIGUE GRACIAS A VOSOTROS.

Pase lo que pase, hay algo en sus gentes que no cambia…


SU GRANDIOSA HUMANIDAD Y GENEROSIDAD.

Susana Lorenzo.

Compártenos