Hola Desde Guinea:
Llevamos aquí ya dos semanas, el coche llegó bien y hoy ha tenido una de sus más importantes funciones. A las seis de la mañana me despertó una madre desesperada porque su hijo estaba convulsionando. Imaginé, porque ya le pasó en otro viaje, que podía ser un ataque de epilepsia. Lo llevamos corriendo al hospital (conduciendo yo, que proeza), y al final le diagnosticaron que es epiléptico.
A veces pienso que si el poder vivir en un país de África es cuestión de lotería… Hoy cuando fui a pagar la analítica del niño enfermito con epilepsia me encuentro en la báscula un niño que era todo huesitos, pesaba 5 kg y tiene 5 años, se llama Adja.
Su abuela con mucho esfuerzo estaba pagando la consulta, pero yo sabía que en ese hospital no pueden hacer nada pues lo que tiene en un grado de desnutrición severa y crítica. Me acerqué al niño miré sus piernas y sus brazos y no pude evitar que los ojos se me llenaran de lágrimas. Son muchos años pero el corazón no se endurece ante el sentimiento de un niño que sufre porque no puede comer.
Hablé con las mujeres que estaban alrededor para que le preguntaran a la abuela donde vivía y le explicaran si podía llevar al niño al hospital nutricional de Gabu, si ese niño pasa un mes más así se moría. Sin saber cómo hacer, les expliqué donde tiene que llevar la abuela al niño, le dí dinero para el transporte y una tarjeta con una nota para las monjas de Gabu donde explica que nosotros nos hacemos cargo de todos los gastos que suelen ser alrededor de 100-150 euros como mucho. Todas las mujeres me dieron las gracias y estaban felices y la abuela lloraba de emoción, mientras Adja me miraba con esos ojos saltones y me decía… Yo también quiero vivir…
Según me iba a la oficina desde donde os envío este correo, pensaba, como ha podido cambiar el futuro de Adja del modo más fortuito, ¿estábamos en su destino?
Yo esta mañana no iba a ir a Bafata si el otro niño no se pone malito. Luego pensé que lo llevara Jerga porque yo tenía trabajo en la aldea, pero algo ha impedido que me quedara en la aldea como era mi idea, y ese algo que yo desconocía, era Adja que necesitaba tener esa oportunidad de vivir, aquella que en Europa es un derecho adquirido y en África es una lotería.
Gracias a vosotros el pequeño Adja, correrá y crecerá y será un niño feliz, gracias por darme la oportunidad de poder cambiar la vida a tanta y tanta gente con tan solo 100 euros.