Estamos en un otoño camuflado de invierno, pero aquí en Varela sigue siendo verano. Un verano caluroso y lleno de mosquitos, que anuncia el fin de la época de lluvias y el comienzo de un nuevo curso. Un curso escolar que en muchas aldeas no ha comenzado, pero en nuestra escuela de Miradas las clases no han parado ni en época de lluvias.
Nuestro profesor Sidico ha seguido abriendo el aula para que los niños y niñas puedan asistir y tengan un sitio donde jugar, aprender y abrazar. Todos los niños y niñas que vienen a la biblioteca tiene muchas tareas que hacer antes de venir, ir a por agua al pozo, recoger leña, lavarla ropa, barrer la casa, cuidar de las cabras…. Tareas que ocupan gran parte del día impidiéndoles disfrutar de su infancia…
Con nosotros ha venido Esther, creativa, dinámica y con ganas de trabajar. Y Miriam, trabajadora social que le encanta la naturaleza. Están con Sidico en el aula enseñándole como organizar un aula, como programar objetivos, como llevar a cabo diferentes actividades, como hacer una ficha personal de su situación familiar… dando voz a los más pequeños que en estas tierras no suelen tener.
Con nosotros también está Zam, un joven guineense muy inquieto y con una mentalidad inusual en esta zona. Una forma diferente de pensar en el futuro, en las nuevas generaciones que son las que conseguirán que se produzca el cambio tan anhelado por todos ellos. A la vez tiene la paciencia y empatía para, con mucho cariño, hablar y proponer formas de hacer diferentes. Él es el responsable del área de educación. Además gestiona a los trabajadores de Miradas ofreciendo una buena comunicación, comprensión y un punto de apoyo para resolver cualquier problema que surja.
Los alumnos de la escuela vienen con muchas ganas de aprender, son niños y niñas que llegan a la escuela con una sonrisa en la cara y no se les va durante todo el día. A pesar de sus dificultades se esfuerzan por venir, aprender, compartir y van adquiriendo rutinas que poco a poco interiorizarán formando parte de día a día como el lavarse las manos, el pedir las cosas por favor, compartir sus sentimientos o darnos abrazos de esos que curan el alma.
Es un momento dulce en nuestra trayectoria, ya que en muchas ocasiones, son ellos, los niños y niñas, los que nos dan los ánimos, las ganas y la energía para seguir adelante en un país donde tener una mochila, un cuaderno, un lápiz y una goma de borrar es un lujo.
¿Quieres apadrinar a algunas de estas niñas y niños y compartir sus alegrías?
¡¡Ponte en contacto con nosotros para acompañar juntos a nuestra infancia!!
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