Hace unos meses, tras terminar mis estudios universitarios y no saber muy bien hacia dónde dirigirme, decidí embarcarme en una aventura. Conocí a Miradas al Mundo, quienes me dieron la oportunidad de este gran viaje. Y rápidamente, mis ganas y mi ilusión comenzaron a construir lo que sería uno de las mejores experiencias de mi vida.
Mi cuerpo me pedía aventura, libertad, independencia y sobre todo, cooperación y amor. Todo eso fue lo que yo quería transmitir, pero lo terminé recibiendo por parte de todas las personas que conocí en Guinea-Bissau.
Los primeros días en la aldea de Varela fueron extraños, necesitas adaptarte y conocer una nueva cultura, pero poco a poco parece que vayas formando parte de una familia. Cada mañana recibíamos a los niños en la biblioteca de Miradas al Mundo y desde el primer día la sonrisa de ellos y las ganas de aprender parecía que fueran invencibles.
Me sorprendió muchísimo como muchos de los niños, antes de venir a la escuela, venían de trabajar en los campos de arroz. Aun así, llegaban a la escuela con muchísimas ganas de aprender. Pedían libros para llevarse a casa y recordaban lo que les habíamos explicado al día siguiente.
Admiré muchísimo como aquellas familias, con lo poco que tenían, hacían sentirme allí como si con ellos lo tuviera todo y no necesitará nada más. Vivían la vida feliz de una forma muy diferente a la nuestra, sin preocupaciones absurdas y con música, baile y sonrisas entre ellos.
Obviamente durante el tiempo que pasé allí hubo momentos duros y difíciles. La primera impresión cuando llegas a Bissau y debes dormir allí para poder dirigirte al día siguiente a la aldea a unas 8 horas en coche, por caminos de tierra que te absorben la energía, es impactante.
Ver que el desarrollo de la ciudad y la condiciones en la que las personas viven ahí, son mínimas. Y como debí adaptarme a ellas, provocaban agotamiento mental en muchas ocasiones. Entre otras cosas, conseguir dos tomates para comer era un lujo. Pero, ¿qué importaba eso realmente, cuando los niños eran felices solo por poder beber agua potable al llegar a la biblioteca?
Cuanto más conocía a las personas de Varela, más me planteaba porqué nos quejamos de tantas cosas y tantas veces.
Fue en esos momentos donde más aprendí de mi misma y fue gracias a ellos. Me gustaría recordar en especial a Maya, Rama y Aminata.
Maya llegó a la biblioteca con muchísima conjuntivitis en el ojo izquierdo. Eso mismo le estaba creando mucha inseguridad y siempre llegaba muy tímida a la escuela. Poco a poco le fuimos curando su ojo hasta volver a su normalidad y la actitud de agradecimiento de Maya hacia nosotros me llenaba de emoción. Pensar que, si Miradas al Mundo no hubiera estado ahí, quizás no hubiera tenido cura, me rompía el corazón. De ella, aprendí el significado de la palabra “gracias”.
Con Rama aprendí la palabra diversión. Ella es pura alegría y juego contaste. Me enseñó a reírme de todo y, sobre todo, a divertirme y a dejarme llevar en la vida. Por último, Aminata es una niña que me dio amor y cariño desde el primer día que me conoció. En su carácter, mostraba valentía y fuerza en lo que hacía y en lo que quería. Aprendí de ello, enseñándome a quererme un poco más a mí misma.
Quiero agradecer a los profesores, Martiño y Sidico, por mostrarme del mundo una mirada respetuosa y educada. A Bebe, por vivir la vida como si fueran dos días con una sonrisa en la cara siempre. A toda la aldea de Varela, Bulol y Jufunko y a todas las personas que fui conociendo por el camino de esta gran experiencia. A Martín, Alicia y Cristina por cooperar junto a mí y explicarme las cosas más interesantes de África.
En especial, a María y a Auxi, por aceptarme y dejarme ser uno más, ya que, sin ellas, esto no habría sido posible. Espero volver pronto y poder sentir la energía de todos ellos.
Paula