Martin, uno de nuestros voluntarios mas jóvenes, nos cuenta su experiencia en Guinea en primera persona.
En estos casi 3 meses he podido disfrutar una de las experiencias más bonitas de mi vida. Ha sido genial poder reencontrarme con toda esa gente, que viaje tras viaje se ha ido convirtiendo en una pequeña familia. Pero no todo ha sido un camino de rosas, al pasar tanto tiempo allí también vives mucho más el día a día de la realidad de Guinea-Bissau que es muy dura tanto por las condiciones sociales como por las condiciones climatológicas y la verdad que lo que más te sorprende es que a pesar de que no tengan absolutamente nada sean capaces de llegar todos los días a la escuela con una sonrisa y con unas ganas de aprender increíbles.
Esta experiencia la he vivido sobre todo con los niños de la biblioteca de Miradas, todos los días estábamos juntos y ver con la ilusión que llegan todos los días a clase solo porque estaba yo de profesor e incluso alumnos que se enteraban de que había llegado y se querían colar en clase la verdad que es muy emocionante. El trabajo que hicimos con los profesores también fue muy gratificante, porque les aportamos mogollón de recursos para que las clases no sean tan repetitivas y sean más lúdicas y atractivas para los alumnos y la verdad que dimos un gran paso. Al final son profesores que han recibido o poca o ninguna formación y están deseosos porque se les enseñen juegos nuevos o formas nuevas de enseñar conocimientos.
También tuve la oportunidad de visitar Dembandje y toda su gente maravillosa, que a pesar del calor que hace en esa zona, la relación que hay con esa gente es mágica y es lo que más te impulsa a ir a visitarlos. Y tuvimos la oportunidad de llevarnos a Bambe y Bocar una semana con nosotros que la verdad que todo lo que te aportan estos chavales es increíble, recuerdo que estábamos pasando unas semanas duras de bastante trabajo y el pasar una semana con ellos se nos cargaron otra vez las pilas a tope.
En este viaje, en especial me encariñe con una familia de 5 niños que viven solos y casi no tienen recursos de nada. Lo que más te sorprende es que sin tener nada, lo que más ilusión les hace en el mundo es aprender y son de los mejores alumnos que tenemos en Miradas.
Son niños que, quitando el tiempo de estudio, están normalmente trabajando, sobre todo Eva al ser la única chica entre todos los hermanos. Y aparte del trabajo que tienen que hacer en su casa, tienen que cuidar de su hermano pequeño de 5 años, teniendo el mayor de todos los hermanos 12…
Cuando ves estas situaciones lo único que quieres hacer es ayudarles de cualquier forma y la verdad que siempre que se podía se les intentaba echar una mano. Hubo un día que les invitamos a comer a casa arroz con un poco de carne de vaca, y alucinaban con todo, y me acuerdo que ese día el pequeñajo de 5 años se comió el banquete de su vida, seguramente sea el único día que haya podido comer todo lo que quisiese hasta llenarse.
Quiero agradecer una vez más a toda la gente de Miradas al Mundo el darme la oportunidad de vivir esta gran experiencia, la verdad que ha sido algo que un mes después lo sigo viviendo intensamente y lo único que esta en mi cabeza ahora mismo es el encontrar un poco de tiempo para poder volver a visitar a toda esta gente tan maravillosa.